En el ámbito escolar, igual que ocurre en cualquier otro
tipo de organización, es necesario realizar un conjunto de tareas y actividades
imprescindibles para su funcionamiento y que, en el caso de la escuela, poco
tienen que ver con la actividad docente. Para llevar a cabo las tareas
administrativas, de gobierno o de gestión de los recursos humanos es necesaria
una preparación y una formación específica, muy diferentes a las que requieren
personas que únicamente desempeñan tareas docentes.
Los centros educativos son organizaciones muy complejas.
Reciben, además, múltiples demandas de la sociedad que dan lugar a tareas que
corresponden a ámbitos muy diversos: académico, administrativo, de gobierno de
la institución, etcétera.
Suele argumentarse que las instituciones que
trabajan con personas y no con máquinas o piezas mecánicas, son diferentes e
incluso desde posiciones extremas se argumenta que lo que debe prevalecer en ellas es el elemento vocacional, la
intuición o el saber artístico, por encima de cualquier intento de sistematización,
planificación o conocimiento técnico.
No obstante, todavía actualmente se manifiestan algunas
posturas contrarias a la existencia de personas que desempeñen tareas
directivas en los centros escolares. Sostienen, aunque cada vez con menos
credibilidad, argumentos que pretenden justificar su negativa, similares a
éstos:
•La acción directiva está en conflicto con los valores
y las propuestas que deben promoverse en
las instituciones educativas: libertad, autonomía, equidad, etcétera.
•Las tareas de control debilitan al grupo, conducen a
las sospechas, a los resentimientos y
generan problemas de legitimidad.
•La existencia de relaciones de autoridad en la escuela
es contraria a los principios democráticos y ejerce una influencia negativa en
el alumnado.
•Mediante la acción directiva nos aproximamos peligrosamente
a los modelos de las organizaciones industriales y comerciales, que difieren
grandemente de las organizaciones
La calidad, aparentemente relacionada
con conductas directivas autoritarias y eficientistas, puede conseguirse
mediante acciones directivas basadas en valores (respeto, trabajo bien hecho,
sinceridad o colaboración). Se tiene, por tanto, una diferencia muy pequeña
entre los órganos que tradicionalmente se denominaban de línea (en ellos reside
la autoridad formal) y de staff (unidades de carácter técnico o de apoyo
educativas.
El ejercicio de la función directiva da lugar a múltiples
actuaciones e interacciones entre individuos en el seno de la organización.
Esas interacciones originan:
•Una relación entre diversas personas (un director o un
equipo de dirección no opera aisladamente por sí mismo, necesita de otros) en
la que la influencia y el poder están repartidos de forma desigual.
•Un intercambio psicológico y/o económico entre quienes
dirigen y las personas sobre quienes éstas influyen, en el cual las personas
dirigidas deben consentir, en alguna medida, ser dirigidas.
•La comunicación adquiere una importancia considerable
en estos procesos.
•La eficacia de quienes dirigen guarda una relación
entre estos tres elementos:
- El rendimiento del grupo en función de sus
posibilidades y recursos.
- La consecución de los objetivos de la organización.
- La satisfacción de las necesidades y de las
expectativas de los miembros del grupo
Este último aspecto plantea una situación compleja, ya que
la persona que dirige no debería pretender simplemente conseguir los objetivos
que se establecieron para toda la organización, sino también potenciar los
objetivos particulares de las personas que colaboran con ella y los del
grupo, en su conjunto. Como
consecuencia, la tarea de un dirigente debería valorarse, no únicamente por el
hecho de haber conseguido los objetivos de la organización, sino también por la
medida en que su influencia contribuya a modificar las actitudes y las
conductas de las personas colaboradoras y a satisfacer sus aspiraciones de
desarrollo personal y profesional
Bien Helen. !Saludos!
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