miércoles, 9 de julio de 2014

LA NATURALEZA Y LAS CARACTERÍSTICAS DEL TRABAJO DIRECTIVO PARTE 2



“La teoría clásica dice que el directivo organiza, coordina, planifica y controla: los hechos sugieren otras cosas” Mintzberg (1975: 49).

El estudio de la dirección pocas veces se ha dirigido hacia un interés por encontrar respuestas a la pregunta básica: ¿qué hacen realmente los directivos? Sin una respuesta satisfactoria a esta cuestión, difícilmente se podrá entender qué supone dirigir y  mucho menos, construir sistemas y métodos para ayudar a hacerlo mejor, revisando e innovando las prácticas directivas


Mintzberg (1975), en una aportación hoy ya clásica, hizo una descripción magistral y todavía vigente de lo que denominó el folclore (lo que se dice y se cree que los directores hacen) y los hechos, es decir, lo que los directores hacen de verdad en su trabajo diario. A partir de un estudio sobre la literatura, de la cual cita investigaciones sobre directores de todo tipo, de organizaciones asimismo muy diferentes, realizadas mediante metodologías diversas: observadores en la sombra, uso de diarios, grabaciones, etcétera y de sus propias investigaciones con directores generales, concluye afirmando que “los resultados de estas investigaciones se asemejan tanto a las palabras de Fayol como una pintura cubista a otra del Renacimiento”.

Es importante precisar en este punto que las personas que desarrollan tareas directivas gastan mucho de su tiempo llevando problemas de reunión en reunión.
Si salimos un momento del ámbito de lo escolar podemos ver lo que nos sugieren los trabajos de Kotter (1982). El investigador, observando durante varios meses a directores, demostró que raramente tomaban decisiones siguiendo los esquemas y pautas racionales. Las decisiones emergían de la avalancha, a veces confusa, de las conversaciones, reuniones e informes. Los sistemas de información sofisticados servían mucho más para saber lo que ya había pasado el mes precedente o el año anterior que para saber qué es lo que había que hacer inmediatamente o al día siguiente. Parece ser, pues, que las decisiones de las personas que desempeñan tareas directivas se toman más por intuición, por sensaciones y corazonadas, que como resultado de diagnósticos y análisis racionales. Por otra parte, la experiencia o los éxitos y fracasos anteriores influyen también en aquellas decisiones.

A menudo se nos dice: “la escuela debe funcionar como una empresa” o “hay que aprender de las empresas e imitarlas”. Como consecuencia, frecuentemente nos empeñamos en querer traspasar directamente, sin más matices, las soluciones y prácticas de organización y de dirección de las instituciones no educativas a nuestras prácticas escolares. Sin embargo ¿no deberíamos dejar también que las organizaciones industriales y comerciales, las empresas, sigan aprendiendo de las instituciones educativas? La expresión anterior tal vez pueda parecer algo exagerada o confusa. Vamos a explicarnos algo más.

Resulta sorprendente la insistencia en los mensajes que se reciben en las escuelas para que se aprenda del mundo de la empresa, diferentes aspectos:
• Las bondades y los beneficios de las organizaciones de estructuras flexibles (baja diferenciación jerárquica, movilidad en los individuos, equipos mixtos de trabajo, etcétera).
• La importancia de la evaluación continua de los procesos y no sólo de los resultados, como parecen querer enseñar desde las empresas, con lo de la calidad total.
• Las ventajas y potencialidades de los enfoques colaborativos o del control democrático.

Dentro de este apartado encontramos dos tipos de tareas:
• Internas: que reúnen aquellas conductas y tareas relativas a las relaciones que se desarrollan dentro del marco de la institución educativa. Comprende las tareas de relaciones humanas y de atención a las personas del equipo.
• Externas: que se refieren a las tareas derivadas de las relaciones o redes de relaciones que mantiene el directivo con otras personas o grupos ajenos a la institución escolar. Se incluyen en este rol una gama de tareas que se refieren a las actividades de intercambio. El directivo da algo con el fin de recibir también, a cambio, algo que es considerado útil o satisfactorio para la organización.

Como hemos visto, excepto las organizaciones formadas por un número ínfimo de personas, todas las demás necesitan establecer una diferenciación de roles y funciones entre sus miembros, para desarrollar eficazmente las tareas que le son propias. Así pues, parece imprescindible que en las escuelas existan unas personas, a las que se denominan directivos, cuyos roles y funciones sean diferentes a los de las personas que desarrollan tareas de enseñanza, de acción tutorial, de apoyo psicopedagógico o labores administrativas.

Quienes desempeñan esas tareas deben poseer alguna especialización que puede adquirirse mediante procesos de formación, desarrollados de manera individual y autónoma, o a través de la reflexión en común sobre sus prácticas con colegas miembros del equipo directivo. Pero también se pueden obtener y mejorar mediante la participación en planes y programas de formación previos al desempeño de la función y en actividades de formación permanente, desarrolladas organizada y sistemáticamente, en las que se defina expresamente el tipo de directivo que se pretende formar.

Lo importante es destacar que estas tareas de dirección no implican unas acciones jerarquizadas o autoritarias por parte del director o del equipo directivo que las llevan a cabo.
Bien al contrario, para el buen funcionamiento de la institución escolar, la función directiva consiste en motivar y coordinar diferentes acciones, consensuadas entre todo el equipo docente.
Para conseguirlo, hemos visto en el texto distintos mecanismos de poder que el director puede utilizar, aunque los más recomendados son los que se conocen como poder de experto y poder de oportunidad.

Por último, destacar la variedad de funciones y de roles a los que debe hacer frente en el día a día el director de escuela: desde representar a la escuela ante organismos institucionales diversos hasta encontrar la llave perdida de un aula y todo ello, mientras se motiva al resto del equipo docente para conseguir los objetivos que la institución se ha propuesto

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